En un mundo sin tecnología
tendría que hablar más alto,
no habría micrófonos o parlantes
que me hicieran sonar más fuerte
para poder contarle todo lo que estoy pensando.
Así de fácil puedo plasmar trescientas palabras o más
en menos tiempo de lo que tardaría
con lápiz o con pluma,
la verdad ni sé con que se escribía.
No me alcanzaría la paciencia
para esperar una carta que me cuente un cuento,
o dos, acerca de ese hombre que
tanto quiero pero que vive tan lejos.
O tal vez es de una amiga, que se fue
y ese que me gusta no está tan lejos,
pero es más rápido ir en carro
que en carreta o bicicleta.
Me detendría a pensar
que es lo que realmente quiero comunicar
y no tendría que contar
cuantas tazas de café me fui hoy a tomar.
Le contaría acerca del sabor de aquél café,
el aroma y calor que sentí
cuando tocó apenas
por primera vez mis labios.
Sobre el frió que hacia,
aunque era una tarde de verano
y me senté afuera, sola,
esperando.
Y aunque todo parezca más rápido,
más fácil de contar
así sin tecnología
es como quiero estar.
Me dentengo a pensar, quiero gritar
hacerle al mundo ver
lo que es sentir y hablar
del corazón, sin pantallas y demás.
