Yo solía viajar en mis sueños, pero mis sueños no eran típicos en donde la realidad parecía fuera de lo normal. Mi realidad consistía en estar despierta, al mismo tiempo que soñaba. Me atrapaba la mente, mis sueños se convertían en realidad, yo solo me sentaba ahí, sola, viendo a la gente pasar. Viajaba a lugares, mi cuarto era un caleidoscopio gigante de imágenes. Podía ver mujeres y hombres de todas las edades y épocas, desfilando, caminando lentamente viéndome al pasar. Trataba de hablar con ellos pero lo único que hacían era mirar de vuelta y desvanecer. En otras ocasiones no veía sombras sino que yo me transportaba a los lugares; al cine, casas desconocidas y hasta al espacio. Pero no me gustaba estar atrapada entre estos dos espacios, no podía salir hasta que mi mente se diera cuenta que esta realidad que estaba viviendo no era de verdad. Al dormirme nuevamente entraba a un mundo y al despertar podía liberarme de este estado. Conforme fui creciendo las sombras pararon de visitarme y paré de viajar a esos lugares. Aprendí a mantener todos esos pensamientos guardados en mi cabeza en vez de afuera. Y por eso escribo, cuando siento muchas emociones que no puedo controlar me dicen las sobras que quieren salir a pasear. Aunque no tenga sentido, yo las escucho, y les doy un rato de respiro.
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